Publicidad

Esta palabra esconde mucha miga. Hoy en día, prácticamente produce nauseas, pero seamos justos. Es un arte creativo que utiliza infinidad de medios para infinidad de fines, con un único factor común, en el fondo venden algo. Es un negocio comercial y como tal es y debe seguir siendo rentable, sino desaparecería y sería sustituido.

La publicidad abarca infinidad de medios. Escritos tal como los anuncios por palabras, parcos, pero directos y claros. Las imágenes estáticas, que adornan nuestras ciudades y nuestras revistas, aquí el arte creativo debe esforzarse. Las sonoras, ya un clásico, que escuchamos a diario en radios de todo el mundo, esos mensajes publicitarios, con más o menos gracia, cortan la actualidad y nos venden. Imágenes dinámicas que pueblan las paginas web y a modo de decoración navideña nos dificultan la navegación, pero siguen vendiendo. Y por último, tenemos los vídeos publicitarios, normalmente en televisión, pero la velocidad de internet les facilitara buscar otros medios de difusión.

Es todo un mundo, pero lo queramos creer o no es un mundo en equilibrio.

Porque existe la publicidad, simple porque hay un coste que el usuario final no quiere pagar o es difícilmente cobrable. Por eso existe, no hay más. Existe como intermediario entre partes, alguien esta dispuesto a pagar un sobrecosto a cambio de que hablen de su producto.

Queréis ejemplos, vamos a ellos. Uno fácil es la radio que lleva con nosotros toda la vida. Definamos radio como un caja insonorizada llena de técnicos competentes y comunicadores insaciables armados con la suficiente tecnología para emitir sonido. Al otro lado tenemos la audiencia equipada por el transistor que definiríamos como aparato que cuesta menos de dos euros y que normalmente para evitar el derroche de pilas esta enchufado a la red eléctrica.

Con los conceptos claros, entendamos el proceso, los emisores tienen un sistema que gasta dinero de forma insaciable contra más emitan más consumen y más dinero necesitan para seguir emitiendo. Por el otro lado el dueño del transistor salvo la inversión inicial despreciable y una aportación extra a la empresa eléctrica, pues vive del cuento. Lógicamente ir a cobrar de oyente en oyente es inviable, para empezar porque no sabemos ni quien nos oye. Y aquí aparece el intermediario, asume los costes y a cambio el oyente ve recortado su programa favorito con publicidad. Puro equilibrio.

En las revistas, lo mismo, puedes comprar las que pesan dos quilos a euro y sabes que te llevas un quilo de publicidad. En cambio, puedes invertir en las más caras y finas, y en este caso la publicidad prácticamente desaparece.

Solo hay un modo de acabar con la publicidad el pago de cuotas. Es así, es una realidad económica mundial y no se puede hacer nada. Pero entonces, porque tiene tan mala fama la publicidad, pues por una única causa... por la televisión.

La televisión es como mil radios juntas, es decir un despilfarro de gastos y ni nos vamos a parar en pensar en las públicas para tener un buen día. Una televisión privada es gasto en estado puro, hay que pagar a una estrella para que salga, hay que pagar por eventos galácticos, todo lo que emitas tiene un coste y para hacer contrabalanza a todo este derroche desproporcionado que tenemos... pues solo a la publicidad.

Por eso las películas engordan un cincuenta por ciento, por eso las series se cortan en tantos cachos que al final olvidas que veías, por eso y solo por eso la publicidad tiene mala fama. Y seamos justos, es casi un arte con un fondo comercial. Si habéis visto festivales de publicidad habréis disfrutado de verdaderas joyas.

Y que podemos hacer nosotros, pues buscar nuestro equilibrio entre el consumo de publicidad y el dinero que invertimos en nuestro tiempo. No existen recetas mágicas, bueno existe una poco legal... las descargas por internet, la gran panacea para quien no las sufre en sus propias carnes. Porque para empezar cuotas tiene que pagar, tiempo tienes que invertir, medios extraibles tienes que adquirir, problemas técnicos vas a sufrir y bueno siempre queda el regustillo de hacer algo fuera de la ley, pero lo que se dice ser la solución pues que queréis que os diga.

La solución más limpia y económicamente viable que conozco es el libro. Sin publicidad, requiere una inversión, pero por el mismo precio de un DVD que te entretiene dos horas, tienes entretenimiento para una semana. Es fácil de recomendar y de prestar, no presenta incompatibilidades de formatos y si no te gusta pasas a otro. Incluso se puede coger prestado de bibliotecas y no por ello te miran mal, muy al contrario. Si sales con un libro debajo del brazo de una biblioteca y digamos tienes gafas con cierto diseño italiano, te conviertes en un intelectual. Y el libro ya puede ser sobre la automutilación, da igual... intelectual.

Así que os recomiendo que invirtáis en vuestro tiempo libre, cada vez más escaso. Si hay que pagar cuotas pues quizás merezcan la pena, pero siempre nos quedará el libro.

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utilitas coaching y consultoría S.L., Ibon Urretavizcaya 22 de marzo de 2007
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